Hay muchas formas de ser cristiano y hay muchos carismas en la Iglesia. Cada uno tenemos una sensibilidad especial, en sintonía con nuestra forma de ser y con lo que hemos vivido. Unos ven más a Dios en los pobres y en las realidades sociales más complejas. La mayoría lo ven en las personas y cada vez más en la naturaleza –aunque esto ya lo hacían muchos–. Otros, sin embargo, se encuentran más cómodos en la belleza de la liturgia y en la dimensión comunitaria de los sacramentos. Los hay que rezan mucho y otros que solo lo hacen antes de los exámenes. Lo que leen y los que no leen. Algunos hablan mucho de Dios y otros lo esconden en la intimidad de su alma, a veces envueltos en un mar de dudas. Incluso los hay que lo encuentran en el trabajo y hasta en la biblioteca.
Recorriendo nuestro mundo y nuestra Iglesia, podemos ver que es posible eso de que Dios está en todas las cosas, que su amor late y se nos da en todas las realidades. No obstante, a veces se nos olvida que Dios está también en las instituciones. Las mismas que guardan los vínculos entre personas y permiten lanzar proyectos, que custodian el alma de una comunidad y que son tan imperfectas, santas y pecadoras, como lo son las personas que las conforman. Tan solo hace falta mirar nuestra vida, para darnos cuenta de su importancia y todo lo que nos permiten hacer. Pueden ser mejores o peores, pero donde no existen sencillamente reina el caos y la impotencia.
En un mundo cada vez más individualista, no es exagerado afirmar que cada uno de nosotros debemos aprender a ver a Dios en las instituciones. No solo hay muchas posibilidades en ellas, también hay mucho trabajo escondido y el deseo profundo de hacer el bien. El cinismo que únicamente se fija en lo malo solo hace que se destruyan proyectos. Pocas cosas hay tan bonitas como las instituciones que unen realidades, tiempos y personas, y esto es lo que están llamadas a hacer estas estructuras.
Tomémoslas en serio, pues el ser humano está llamado a vivir en sociedad y el Espíritu Santo, también pasa por allí.
Álvaro Lobo, sj tomado de pastoralsj